13 marzo 2006

DOS EVENTOS UNIDOS POR LA HISTORIA


El 4 de septiembre de 1973, tuve la oportunidad de participar en la mayor concentración pública en Chile. Celebrábamos el tercer año del triunfo del Presidente Salvador Allende en la elecciones de 1970 y desfilamos frente a La Moneda, un millón de personas.

A los cantos, gritos de consignas, se sumaron también escaramuzas de banderas rojas y verdes, contra rojas y negras, que simbolizaban la división de la izquierda, entre los que adherían al “crear poder popular” como alternativa a los defensores del “gobierno popular”, acusado de pequeño burgués y reformista por los primeros.

La unidad de la Democracia Cristiana con las fuerzas derechistas y del fascismo, más la división de la izquierda en la Unidad Popular con el izquierdismo fuera de la alianza, autodenominado el “polo revolucionario”, pavimentaron el golpe de Estado que tuvo lugar una semana después, un fatídico martes 11 de septiembre.

A 33 años de esa concentración, este 12 de marzo, participamos junto a mi esposa y fiel compañera, en la celebración del cambio de mando y asunción del gobierno, por la Primera Presidente de Chile, Michelle Bachelet, donde nos reunimos 200 mil personas, en un clima de auténtica alegría popular en este encuentro musical “Canta América Canta”.

Entre medio de estas dos fechas y manifestaciones masivas, están inscritos 17 años de una cruel dictadura, y otros tantos de una transición democrática que ha ido lentamente superando los enclaves autoritarios de los que no han escapado los propios liderazgos de los gobiernos de la Concertación.

El que sea una mujer la nueva líder en el gobierno de este país, tiene la gran expectativa de un pueblo que quiere ser protagonista activo y participativo en el diseño de su propio destino. La imagen cálida, la sonrisa fácil y distendida, y hasta el buen humor de Michelle Bachelet, contrasta con la imagen adusta y solitaria que proyectó Ricardo Lagos al inaugurar la reapertura de la puerta de Morandé 80 en un costado de La Moneda.

Un liderazgo fundido con el pueblo parece ser la diferencia más allá de lo formal, donde los hombres en la cumbre del poder, estuvieron por encima o al margen de la ciudadanía, para llevar a cabo su labor de reconstruir el tejido democrático.

La sensación que Michelle Bachelet, es la madre, la hermana, la hija, la compañera de todos los chilenos, ha hecho posible que en estos primeros eventos iniciales, veamos nuevamente una auténtica alegría y renacer de las esperanzas.

10 marzo 2006

NI EL EJERCITO NI LAS FFAA SON DE TODOS LOS CHILENOS


La reconciliación de un país y su ciudadanía con los estamentos militares, luego de haber sufrido por 17 años la represión de su dictadura en sus diferentes grados y modalidades, y su dilación, ambigüedad, falta de consecuencia, complicidad institucional, para asumir sus responsabilidades y dar a conocer toda la verdad, sobre las graves violaciones a los derechos humanos, en el proceso de transición a la democracia, y solidarizar con los culpables y condenados judicialmente, que no sólo han cometido delitos de lesa humanidad, sino pueden ser calificados sin ambigüedades como traidores a la Patria, por sus actos y omisiones, no es aún posible, a pesar de las intenciones explícitas en tal sentido, enunciadas por el Comandante en Jefe saliente, Juan Emilio Cheyre, sus antecesores y su continuador actual.

Resulta vergonzoso e indignante que precisamente en el acto de cambio de mando, haya estado como invitado especial, Augusto Pinochet Iriart, que no representa ni puede representar otra cosa que la continuidad simbólica de fiel heredero del mayor criminal y ladrón que ha conocido el ejército y el país en toda su historia.

No menos indignante resultan las primeras palabras a la prensa, una vez asumido el mando, del nuevo Comandante en Jefe, Oscar Izurieta, que ha dicho: “El General Pinochet fue Comandante en Jefe durante 25 años, el Ejército por su parte ha sido claro y voy a mantener la misma Línea en expresar lo que significó para nuestra institución.” Y respecto a los presos condenados: “En cuanto al sentido de compañerismo con quienes están caídos hoy y que también están sufriendo y que también tienen problemas, es la tradición militar el darles la mano en todo lo que corresponde y en nada de lo que no corresponde.”

Ha sido la “tradición militar” y sigue siendo, solidarizar con los victimarios, ofendiendo a las víctimas y a la conciencia ciudadana chilena y mundial que se repugna por tanto crimen cometido, callado, desmentido, donde los militares dan muestras de su falta de hombría y dignidad, al no asumir lo indesmentible, más allá del fallo jurídico, sino del juicio moral y de la inteligencia humana.

Por eso, aunque los medios y autoridades quieran mostrar un ejército y unas FFAA reconciliadas con la sociedad civil, aún estamos lejos de aquello que no por deseable puede ser mostrado en esta mala caricatura, donde ni la Armada, ni la Fuerza Aérea ni Carabineros han hecho su necesaria autocrítica, y donde la del Ejército está permeada por la inconsecuencia de sus actos.