01 noviembre 2005

FERNANDO ALEGRÍA, ESCRITOR CHILENO QUE EN PAZ DESCANSES


"Cuando alzado a medianoche nos sacude un terremoto/ Cuando el mar saquea nuestras casas y se esconde entre los bosques,/ Cuando Chile ya no puede estar seguro de sus mapas/ Y cantamos como un gallo que ha de picar el sol en pedazos:/ Digo con firmeza ¡VIVA CHILE MIERDA!".

FERNANDO ALEGRÍA (1918-2005).

Narrador, poeta, ensayista y profesor universitario, nació en Santiago, el 26 de septiembre de 1918. Estudió en el Instituto Nacional, se tituló de profesor de castellano y filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile y se doctoró en la Universidad de California. Desde 1945 ha sido catedrático en Berkeley y luego director del Departamento de Español y Portugués en Stanford. En 1971 fue designado consejero cultural de la Embajada de Chile en Estados Unidos. Posteriormente, en 1974, fundó junto al escritor David Valjalo, la revista Literatura Chilena en el Exilio.

Considerado representante de la Generación de 1938, su narrativa está integrada por personajes históricos nacionales: Lautaro, Luis Emilio Recabarren y Salvador Allende. Junto a ellos, héroes anónimos y populares: boxeadores, hípicos, corredores, que circulan en barrios, plazas, hipódromos, canchas de fútbol y clubes de box.

Una de sus novelas más conocidas, Caballo de copas, fue elogiada por Alone, quien dijo de ella: “...se hace leer con pasión y que no puede dejarse”, a pesar de que sus personajes se desenvuelven en ambientes en los que dominan “el asco, la mugre, la fetidez, la grosería y el horror”. Es un largo raconto sobre un chileno que vive en California, desempeñando diversos oficios en muelles, bares, prostíbulos y hoteluchos. En sociedad con el jinete Hidalgo, compran al caballo “González”, con el cual viven la aventura central de la novela. Otra importante novela de Alegría es La maratón del Palomo. En 1979 se publicó en México Instrucciones para desnudar a la raza humana. Antología poética, que reúne textos poéticos de distintas obras y épocas.

Obtuvo el Premio Municipal por La poesía chilena. Orígenes y desarrollo del siglo XVI al XIX (1954), el Premio Municipal de Literatura (1957), Premio de la Unión Panamericana (1957), Premio Atenea por Caballo de Copas (1958) y Premio Municipal por Caballo de copas (1958). También destaca su libro Literatura y Revolución.

Juan Armando Epple ha escrito varios ensayos sobre la producción literaria de Fernando Alegría y ha publicado antologías críticas acerca de su obra.

Actualmente estaba jubilado y vivía en Stanford, California.

1 comentario:

HugoRueda dijo...

Prólogo de Fernando Alegría:

ALEJANDRO STUART Y LOS MURALES
DEL NUEVO CHILE

La revolución chilena va dejando sus manifiestos en la calle: en la sangre de oscuros hombres y mujeres abatidos por balas arteras en la Plaza Bulnes, en oficinas salitreras de la pampa, minas de carbón de Lota y cerros de cobre de Rancagua y Chuqui. Los dejó también en huelgas porteñas y en los épicos combates de Ranquil y Lonquimay. Dondequiera que el pueblo levantó su puño cerrado para golpear al imperialismo y defender la patria.

En septiembre de 1970, como una primavera que removió los árboles, el cielo y los colores de la tierra criolla, se fue levantando la imagen de un Nuevo Chile, y su programa revolucionario, su historia adelantada de una gesta que asombraría al mundo, comenzó a aparecer en los muros de la capital y de la provincia. Surgidos de la noche, de la pintura y los pinceles del pueblo, vibran con su mensaje duro y esperanzado los murales de la Unidad Popular.

En ellos se hizo letra la maestría de los nobles artistas del pasado: en esos adobes de las calles proletarias tembló otra vez la luz de Pablo Burchard, los caminos y las flores de Juan Francisco González, las suaves estructuras de Rafael Valdés, pero ahora con las tintas toscas y directas de los jóvenes de la Brigada Ramona Parra. Todo ese sabio amor por los rincones, los valles, los mares de Chile, adquirió súbito sentido social, se organizó en letreros, en rostros, en herramientas y armas de una repentina decisión de libertad.

Los pintores del pueblo estamparon en los muros de Chile el significado de nuestra segunda Guerra de Emancipación. El cobre será nuestro, dicen, y nuestros los campos. Recabarren no luchó en vano. La infancia descubre su secreta alegría, la mujer levanta su corpulencia como un sol sobre el trigo del sur y el polvo mágico de los desiertos.

Se llevaron a Chile en barras de oro y cobre, y a su geografía en pedazos, a su gente en días de hambre y miseria. Los murales gritan “Basta”. Las armas del pueblo van escribiendo paso a paso la historia de un largo sacrificio. Los murales le dan vuelta a la ciudad. De un extremo al otro, de una plaza a otra, de un conventillo a un barrio alto, del cuartel al palacio, de la escuela a la fábrica, de la mina al puerto, de la iglesia a la montaña.

Un sólo gran letrero va escribiendo con fuego la libertad del pueblo chileno. Nació un nuevo arte entre nosotros. Sí: los murales de la verdad, la imagen de la justicia y de las ruinas del viejo mundo momio derrotado. El mural que se alarga sobre Chile, sobre su costa y su cordillera, como en otros siglos se estiró dignamente la epopeya de La Araucana.

Con ellos, con los pintores del pueblo, va también un fotógrafo largo y dulce como las curvas vinosas del Valle Central, va con su lente tierno, áspero, valiente, sombrío y luminoso a la vez, cronista de la Unidad Popular, fotógrafo del fututo, fijando en relámpagos el camino de la victoria. Alejandro Stuart clava en las paredes del mundo la instantánea en blanco y negro del nacimiento de un pueblo.


(Fechado por Alegría en 1971. El original lo conserva Alejandro Stuart en Santiago de Chile).